Dios
me dio la oportunidad de estar en una Iglesia en Lima a la que asisten más de
dos mil personas. Fue una gran
experiencia ver el trabajo y que se hace en esa Iglesia, pero tengo un triste
recuerdo de aquella congregación.
Recuerdo
que el día en que yo estuve allí, el pastor pidió a los hermanos que regresaran
en la tarde para salir a evangelizar. Yo
pensé: “vendrá una gran cantidad de hermanos.”
Cuando llegó la hora en que nos reuniríamos, mi triste sorpresa es que
no había más de treinta hermanos.
Este
es un fenómeno muy común en nuestras Iglesias, no solamente pasa en Lima, sino
que sucede en muchas Iglesias Evangélicas. Pero ¿Por qué sucede esto?
Para responder esto veamos
la segunda actitud de Pablo frente al evangelio: “pronto estoy.”
En
el versículo 15 de Romanos 1, Pablo afirma que está pronto a anunciar el
evangelio, que no hay tiempo que perder.
Me
pregunto, ¿Cuál hubiese sido la reacción de Pablo si hubiera estado en aquella
Iglesia, o en cualquier otra? ¿Qué hubiese dicho? No puedo concebir un Pablo tranquilo a la
hora de compartir el evangelio. Me
imagino a Pablo, poniéndose en pie en medio de la congregación y diciendo: “pastor, no perdamos tiempo, vamos ahora
mismo a las plazas, parques, de puerta en puerta, no hay tiempo que perder, si
esperamos puede ser muy tarde”
Esa
es la actitud que nos falta hoy en día.
Cuando escuchamos que hay que evangelizar, generalmente ponemos excusas,
decimos que no hemos estado en un curso de evangelismo explosivo, que ese es el
día en que descansamos y por lo tanto no podemos ir, que debemos atender a la
familia, u otras cosas similares a estas.
Ya
basta de excusas. Dios desea que estemos
prontos a anunciar el mensaje de salvación a las personas. ¿Lo estamos?