En esta ocasión analizaremos tan solo la primera característica que tiene un hijo de Dios, un ciudadano del Reino, que Jesús nos muestra en Mateo 5:3
"Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos."
En primer lugar notamos que este pasaje no habla de personas pobres materialmente. Puede haber personas muy ricas materialmente hablando, pero pobres en espíritu, de la misma forma que puede haber personas pobres materialmente, pero que no tienen un espíritu pobre. Tampoco ser pobre en espíritu se refiere a ser pobre en espiritualidad. Es decir a no adorar a Dios en espíritu y verdad por carecer de una relación verdadera con Dios. Tampoco es pobreza en espíritu la falsa humildad de decir que no tenemos dones o talentos para servir a Dios y edificar la iglesia. Eso más bien es, ser ingrato, mentiroso y perezoso, no queriendo trabajar por y para el Señor.
Entonces, ¿ Quien es un pobre en espíritu? Un pobre en espíritu es todo el que tiene corazón de pobre, que se siente pequeño, mendigo, insuficiente, y depende siempre y en todo de Dios, aun en aquellas cosas que pueden resultar insignificantes. Ser pobre en espíritu es tener un bajo concepto de sí mismo. Tenemos el ejemplo de Pablo, el cual, a pesar de abundar en dones espirituales se tenía el menor de los apóstoles (1 Corintios 15:9) y como el primero de los pecadores (1 Timoteo 1:15). En tercer lugar, un pobre en espíritu es aquel que ha perdido toda confianza en su propia justicia y en sus propias fuerzas, y reconoce que depende totalmente del merito de la obra de Cristo y del poder de su Espíritu. Tiene un corazón contrito y humillado y clama como el publicano en Lucas 18:13. Aquel es un pobre en espíritu.
Pero, ¿Por qué es bienaventurada una persona así? La razón la podemos encontrar en el mismo versículo, la segunda parte: "Porque de ellos es el Reino de los Cielos".
Ahora bien, ser un poseedor del Reino de los Cielos tiene sus implicaciones. Implica responsabilidades, pero también privilegios.
En primer lugar veamos las responsabilidades. Para ser un poseedor del Reino de los Cielos es necesario reconocer la pobreza propia y recurrir siempre a Dios. Reconocer que no somos nada ni nadie, que no podemos hacer las cosas en nuestras propias fuerzas, que necesitamos de la ayuda de Dios cien por ciento. En segundo lugar, un poseedor del Reino de los Cielos debe mantenerse en constante análisis personal de su relación con Dios. Buscando la limpieza física y espiritual (2 Corintios 7:1). Debe, con la ayuda del Espíritu Santo eliminar aquellas cosas que estorban su relación con Dios, aquellos pecados que pueden llegar a parecer minúsculos pero que en realidad son grandes obstáculos para tener una vida de santidad frente a Dios. Pero no solo en relación con Dios, sino también frente a los hombres. El apóstol Pedro nos exhorta a vivir limpiamente frente a los inconversos, a tener un testimonio intachable con aquellos que no conocen a Cristo (1 Pedro 2:11 – 12). Finalmente hemos sido llamados para vivir santamente en todos los ámbitos de nuestra vida (1 Pedro 1:14 – 16).
Como vimos hace un momento, el ser un poseedor del Reino de los Cielos también trae consigo sus recompensas, sus privilegios. Un ciudadano del Reino de los Cielos es alguien feliz, alguien bienaventurado (súper feliz), ya que está seguro que Dios siempre está a su lado ayudándolo y acompañándolo. Además es consiente de que es poseedor de grandes y preciosísimas promesas. Dios habita en un él a través de su Espíritu, un ciudadano del Reino es hijo de Dios (2 Corintios 6:14 – 18); Dios mismo estará con él y con él siempre. Puede estar seguro, de que, al cumplir con su responsabilidad de vivir santamente el Nombre de su Rey será exaltado y glorificado por todos (1 Pedro 2:12), aun los inconversos. Y también él mismo llegará a parecerse a su Dios y Padre (1 Pedro 1:16).
Saltan varias preguntas, que cada uno debe contestarse a sí mismo. ¿Estoy dependiendo totalmente de Dios? ¿Me creo auto-suficiente? ¿Reconozco el pecado en mi vida? ¿Cómo me afecta en mi vida?
Es hora de reconocer nuestra bajeza y nuestra necesidad de Dios y empezar a depender totalmente de Él
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